“Un ser despreciable ha dejado este mundo”, dijo la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, al saber sobre la muerte de Jorge Rafael Videla, fallecido este viernes a los 87 años. Ideólogo de la represión de Estado en Argentina entre 1976 y 1983, Videla murió en la cárcel por causas naturales.
Fue uno de los hombres más controvertidos y odiados de Argentina, y bajo su régimen murieron o desaparecieron unas 30.000 personas, según cifras de organismos de derechos humanos. Falleció en el penal de Marcos Paz, a 50 kilómetros al oeste de Buenos Aires, de muerte natural.
Videla, quien llegó al poder en un golpe de Estado en 1976, fue condenado a cadena perpetua en 2010 por la desaparición de 31 detenidos y a otros 50 años en 2012 por el robo de niños nacidos de prisioneras en centros de detención clandestinos.
“La situación de este hombre ha sido dolorosa para el país, entonces creo que su fallecimiento puso límite a su presencia física, pero no a lo que hizo contra el pueblo”, le dijo a Reuters Adolfo Pérez Esquivel, ganador del premio Nobel de la Paz por su defensa de los derechos humanos durante el gobierno militar.
Primera perpetua
Junto con Massera y Agosti, lideró la Junta que derrocó a Isabel Perón en 1976.
Líder de la Junta Militar que derrocó a la viuda de Juan Domingo Perón, Isabel Perón, el 24 de marzo de 1976, Videla controló el destino del país hasta 1981.
Con su muerte ya no quedan sobrevivientes de la primera Junta Militar, que también integraban el comandante Orlando Agosti, fallecido en 1997, y el almirante Emilio Massera, muerto en 2010.
Ese año le delegó el poder a Roberto Eduardo Viola. Dos años después, en 1982, la era militar terminaría con la derrota en la guerra de las Malvinas o Falklands contra Reino Unido.
Además, Videla fue el primer gobernante de facto argentino condenado a prisión perpetua.
Las víctimas de sus crímenes, al menos, tienen el consuelo de que murió preso en una cárcel, ya que hasta 2008 cumplía arresto domiciliario.
Carrera y prisión
Jorge Rafael Videla Redondo nació en la ciudad de Mercedes, en la provincia de Buenos Aires.
Era descendiente de una familia tradicional de la provincia de San Luis y algunos de su ancestros ya habían ocupado cargos políticos.
El Mundial 78
Imagen emblemática: mientras militantes de izquierda desaparecían, Videla le entregaba la Copa del Mundo a Daniel Passarella luego de la victoria de Argentina sobre Holanda como local en la final del Mundial 78.
A los 23 años se casó con Alicia Raquel Hartridge Lacoste, hija del embajador argentino en Turquía, con quien tuvo siete hijos.
Ingresó en el Colegio Militar en 1942 y se graduó en diciembre de 1944. Su ascendente carrera culminó cuando, después de que en 1975 la presidenta Isabel Perón lo nombrara Comandante en Jefe del Ejército, lideró la cúpula militar que la derrocó y se convirtió en presidente de Argentina.
Tras la recuperación de la democracia en 1983, Videla fue juzgado y condenado en 1985 a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad. Pero en 1990, el entonces presidente Carlos Menem lo indultó.
En 1998 regresó a prisión, aunque solo por 38 días dado que se le concedió el beneficio del arresto domiciliario.
Diez años después, y con la decisión del gobierno de Néstor Kirchner de promover los juicios por delitos de lesa humanidad, perdió ese beneficio y fue trasladado a la cárcel que funciona en Campo de Mayo. En 2010 fue condenado prisión perpetua a cumplirse en una cárcel común y dos años más tarde se lo sentenció a 50 años de prisión por el robo de bebés.
Provocador
Videla nunca mostró arrepentimiento por los crímenes de Estado de los que se lo acusaba y por los que fue condenado.
Se había negado a declarar el pasado martes en el del juicio “Plan Cóndor” en el que estaba siendo juzgado junto a otros 25 acusados, entre ellos el último gobernante de facto, Reynaldo Bignone. Se describió como un preso político y dijo que tenía una pérdida de memoria.
Es tristemente célebre su frase en la que evita dar explicaciones sobre los muertos durante el terror de Estado. “Los desaparecidos son eso, desaparecidos; no están ni vivos ni muertos; están desaparecidos”, decía ante la televisión argentina en 1985.
Hace dos años, dijo haber encabezado “no una guerra sucia sino una guerra justa, que aún no ha terminado” y que “los enemigos derrotados ayer cumplieron su propósito y son los que hoy gobiernan el país”, en alusión directa al gobierno de la presidenta Cristina Fernández.
Su última gran provocación fue en marzo, cuando desde la cárcel habló a sus excamaradas de las Fuerzas Armadas “de 58 a 68 años que aún estén en aptitud física de combatir” y les propuso armarse para enfrentar a “la presidente Cristina y sus secuaces”.